Historia

El Pazo de San Lorenzo de Trasouto, es un extraordinario edificio situado en el corazón de Santiago de Compostela, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Se encuentra rodeado por un bosque y unos espléndidos jardines totalmente amurallados,
ocupando una superficie que supera los 40.000 m2.

Este conjunto, incluido dentro del Patrimonio Artístico Nacional, aúna a su gran valor histórico, el tradicional encanto de los pazos gallegos.

Fundado en el siglo XIII, desde el siglo XV es propiedad de los Condes de Altamira, siendo los actuales propietarios, los Duques de Soma y de Medina de las Torres, sus descendientes.

En el año 1216 fue fundado un pequeño eremitorio dedicado a San Lorenzo, por el obispo de Zamora, D. Martín Arias, originario de Santiago y cuya bula de fundación, dada por el rey Alfonso IX de León, se conserva en el archivo de la Catedral de Santiago. Según la leyenda, en esta primera época estuvo retirado en este cenobio, D. Pedro Muñiz, falsamente acusado de nigromante.

Posteriormente, en el siglo XV, pasó a ser propiedad y patronato de los Condes de Altamira. Éstos cedieron el usufructo del monasterio a la Orden Franciscana, que lo ocupó hasta la desamortización ocurrida en el siglo XIX incautándose de él el Estado. La Duquesa de Medina de las Torres, bisabuela del actual propietario, como hija y heredera del Conde de Altamira, sostuvo un pleito con el Estado para recuperar la propiedad de dicho monasterio, ya que no era bien privativo de los frailes y fue fallado a su favor, restaurándolo posteriormente.

En el año 1520, estuvo retirado en este monasterio, durante los días de Semana Santa, el emperador Carlos V. De la primitiva construcción románica quedan restos en la parte inferior de la iglesia. El altar mayor y las estatuas orantes de los marqueses de Ayamonte D. Francisco de Zúñiga y Dª. Leonor Manrique, se encontraban en Sevilla en la Iglesia de San Francisco, propiedad también de la familia. Al ser derruida esta iglesia, los descendientes de los fundadores se hicieron cargo de los mármoles y en 1882, la Duquesa de Medina de las Torres los instaló en este monasterio, patronato de su casa. Son obra italiana de principios del siglo XVI ejecutada en mármol de Carrara por los hermanos Aprile y Pier Angelo de la Scala y mandada hacer por la Marquesa de Ayamonte para honrar la memoria de su marido fallecido muy joven, costeando ella el magnífico retablo y los sepulcros. La imagen de la Virgen con el Niño, que se encuentra en un altar lateral, es obra del escultor sevillano Martínez Montañés (siglo XVII). El claustro es del siglo XVII, y el boj con dibujos alegóricos se conserva desde la misma época. Sobre la fuente hay una imagen de la Virgen del siglo XV. El jardín conserva su traza conventual, y en su bosque de viejos robles pasó largos ratos, inspirándose para sus versos, la poetisa gallega Rosalía de Castro.

Los Jardines y el Boj

Los jardines, umbríos y frondosos, son del siglo XIX, conservando la original traza conventual y el estilo romántico de la época de su diseño. Las camelias y magnolios, hayas, azaleas, hortensias, dalias, gardenias o los naranjos y robles centenarios, destacan entre las más de 100 especies vegetales distribuidas por toda la finca del Pazo que cuenta con varias partes diferenciadas: el jardín en terrazas, el paisajista, el hortícola y el bosque.

El claustro esconde la más relevante pieza de la jardinería geométrica española, desde el punto de vista religioso y la más valiosa joya del Pazo. Tallada en boj, esta obra de arte que destaca tanto por su simbolismo como por su longevidad (cuatro siglos), es perfilada dos veces al año por el jardinero, pudiendo aún distinguirse una parte de los dibujos alegóricos, pero quedando ya otros ocultos, quizás para siempre, en enigmática composición.
Sobre la mina de agua situada en el corazón del claustro se alza una hermosa imagen de la Virgen datada en el siglo XV.

descripcion-boj

La Iglesia

La iglesia de San Lorenzo siempre sorprende al visitante pos su belleza y proporciones.
De la primitiva construcción románica, quedan restos en su parte inferior. Destaca su altar mayor, obra italiana del siglo XVI, ejecutado en mármol de Carrara y trasladado al Pazo de San Lorenzo en 1840 desde el convento de San Francisco de Sevilla, en el que se encontraba instalado y que era parte del conjunto sepulcral de los Marqueses de Ayamonte, situados a ambos lados de la iglesia.
De gran hermosura resulta la talla de la Virgen con el niño, obra del escultor Martínez Montañés, que está situada en uno de sus altares laterales.

La Poesía

Rosalía de Castro, la más célebre poetisa gallega, inmortaliza el Pazo de San Lorenzo en su conocido libro de poemas Follas Novas (Hojas Nuevas) con una poesía de marzo de 1880.

Rosalía de Castro

I

Ó mirar cal de novo nos campos
iban a abrocha-las rosas
dixen: “¡En ónde, Dios mío,
iréi a esconderme agora!”
E pensei de San Lourenzo
na robreda silenciosa.

Nalgún tempo aqués vellos carballos,
amostrando as súas raíces,
calvas redondas copas
que xa de musgo se visten,
ás tristes almas falábanlles
tan sóio de cousas tristes.

O alciprés que direito se asoma
do convento tras do muro,
i o lixeiro campanario
cuberto de herbas e musgo,
da devesa, co cruceiro
eran cintinelas mudos.

I aquel Cristo que no arco de pedra
abatido a frente incrina,
soio, cal si inda no Gólgota
loitase coas agonías,
os corazós oprimidos
resignación lle infundía.

E si dentro do craustro deserto
e ruinoso penetraba,
nunca do olvido unha imaxen
vira no mundo máis crara,
nin de mais grande silencio
na terra vos rodeara.

No profundo da fonte escondida
medraban con libertade
antre as silvas as violas,
antre o buxo, as dixitales,
i a morte, ¡cal fora grata
naquel deserto lugare!

E por eso ó mirar cál nos campos
de novo abrochan as rosas
dixen: “En ónde, Dios mío,
iréi a esconderme agora!”
I ó bosque de San Lourenzo
me encamiñéi silenciosa.

II
¿Onde estaba o sagrado retiro?
Percibín ruídos estraños,
pedreiros iñan e viñan
por aquel bosque apartado.
¡Era que unha man piadosa
coidaba os desamparados!

Dunha ollada medín o interiore…
Todo relumbraba branco,
cada pedra era un espello,
i o vello convento un pazo
cuberto de lindas frores.
¡Qué terrible desencanto!

¡Negra nube cubreu de repente
os meus ollos asombrados;
e máis que nunca abatida,
¡ fuxín…! Que o retiro amado
pareceume a alma limpa dun monxe
sumerxida nos lodos mundanos.

I

Al mirar cuál de nuevo en los campos
iban a brotar las rosas,
exclamé: “¡Dónde, Dios mío,
iré a esconderme ahora!”
Y pensé que en San Lourenzo,
la robleda silenciosa.

En un tiempo aquellos viejos robles,
enseñando sus raíces,
calvas las redondas copas
que ya de musgo se visten,
a tristes almas hablaban
tan sólo de cosas tristes.

El ciprés que derecho se asoma
del convento tras el muro,
y el ligero campanario
lleno de hierbas y musgo,
la dehesa y el crucero
eran centinelas mudos.

Y aquel Cristo que en arco de piedra
la frente abatido inclina,
sólo, como si en el Gólgota
luchase con la agonía,
al corazón oprimido
resignación le infundía.

Y si dentro del claustro desierto
y ruinoso penetraba,
nunca de olvido una imagen
vi en este mundo más clara,
ni de más grande silencio
en la tierra os rodeara.

En la fuente profunda escondida
crecían con libertad
entre silvas las violetas,
entre el boj la digital;
la propia muerte ¡qué grata
en tan desierto lugar!

Y por eso al mirar que en los campos
de nuevo brotan las rosas
exclamé: “¡Dónde, Dios mío,
iré a esconderme ahora!”
Y al bosque de San Lourenzo
me encaminé silenciosa.

II

¿Dónde estaba el sagrado retiro?
Percibí ruidos extraños.
Pedreros iban, venían
por aquel bosque apartado.
¡Era una mano piadosa
cuidando desamparados!

De un vistazo vi los interiores…
Todo relumbraba blanco,
cada piedra era un espejo,
y el viejo convento un pazo
cubierto de lindas flores.
¡Qué terrible desencanto!

¡Negra nube cubrió de repente
estos ojos asombrados;
y más que nunca abatida
huí…! Que el retiro amado
parecía alma limpia de un monje
sumergida en los lodos mundanos.

Traducción de Helena Villar Janeiro y Xesús Rábade Paredes.